fue lo último que le dijo su mamá. Octavio obedeció lo más que pudo hasta que empezó a sentir el reloj de su mesita de luz. Parecía sonar cuando lo dejaban solo en su cuarto.
Tenía sed, pero ya le habían advertido muchas veces que no tomara mucha agua antes de irse a dormir. Aunque nunca se acordaba el porqué.
No tardó en recordarlo:
Si tomaba mucha agua antes de irse a dormir los sueños no eran tan dulces sueños y a veces se asustaba de cosas que no estaban ahí. Las últimas dos noches, la mamá de Octavio le pidió por favor que se esforzara por dormirse, que, si empezaba a ver o escuchar cosas, lo mejor era seguir durmiendo así su mente “cambiaba de canal” y se iba a otro más feliz.
Metió las manos abajo de las sábanas y se tapó hasta la frente.
Sin embargo,
sintió el peso de algo en la punta de la cama,
cerca de sus pies.
Quiso arrodillarse para acercar sus piernas al pecho, pero se quedó inmóvil al sentir que el bulto empezaba a apoyarse en distintas partes de la cama,
por instantes,
pisándolo.
Las distintas pisadas se agruparon sobre su pecho, corriendo ligeramente la sabana. Los ojos cerrados de Octavio quedaron afuera del refugio de tela.
Octavio hizo fuerza por mantenerlos los ojos cerrados. Aunque una parte de él quería sacudir la sabana para liberarse.
Abrió los ojos.
Hacia días que no lo veía. Su papá solía decir que cuando el gato desaparecía era porque se iba de parranda por el barrio. Solo él sabía como hacerlo volver: sacudía el plato con comida como si fuera una maraca y en cuestión de minutos lo tenían maullando en casa. Los últimos días, Octavio intentó el truco de su papá sin éxito. Pero ya no importaba, ahora estaba juntos de nuevo.
Tito continuó maullando.
Debes tener hambre, le dijo Octavio, quedate acá, te voy a traer algo.
Al entrar en la cocina, Octavio vio algo moverse en la penumbra y no pudo evitar soltar un gritito. Más allá de la mesa, llegó un chistido raro, baboso, parecido al que haría un bebé.
Al entrar en la cocina, Octavio vio algo moverse en la penumbra y no pudo evitar soltar un gritito. Más allá de la mesa, llegó un chistido raro, baboso, parecido al que haría un bebé.
Octavio vio dos brazos que, en un primer momento, se sacudieron del susto, y ahora gesticulaban movimientos lentos y reconciliadores. Estos ademanes, que pedían silencio y cercanía, se recortaban contra la luz de la única ventanita que yacía sobre la bacha.
Todavía paralizado en el dintel de la puerta, sentía su pequeño corazón golpeando secamente contra su pijama y retumbando en sus oídos. Apenas escuchó un escupitajo que resonó al golpear la bacha, pero sí escuchó lo que siguió:
Quedó perplejo ante aquella voz ronca. Al instante, un vaho de vino inundó la cocina. Su tío Hernán solía emanar ese olor en los cumpleaños, pero él nunca le decía Octi; casi siempre lo llamaba Facu, el nombre de su primo, o solo pibe.
Ante la perplejidad del chico, la sombra balbuceó algo nuevamente:
El pequeño cambió la cara. Ahora sonreía, pero mantenía los ojos incrédulos entrecerrados.
Con la luz encdendida reconoció a su papá, a una versión atípica de su papá. La camisa blanca salida del pantalón, con manchas violáceas acá y allá. El pelo revuelto, sudado, sucio. Pero lo que más lo desconcertó fue que estuviera cepillándose los dientes en la cocina, justo él que tenía el baño pegado a su pieza. Octavio se empezó a descostillar de risa.
El papá volvió a hacer gestos de silencio:
Después de susurrar tragó saliva. Al sentir la espuma dentífrica bajar por la garganta, automáticamente empezó a toser.
Más intentaba contener la
Entre todo el batifondo de risas, tos y espuma desperdigada por toda la mesada, se levantó una nueva voz en la cocina: “Octi, andá a dormir, mi amor”. Percibiendo la sequedad de su mamá, Octavio se fue enseguida. Aunque tenía ganas de ver a su papá al menos un rato mas.
Al entrar a su pieza, le hizo unos mimos a Tito antes de que se fuera de nuevo por la ventana de la calle.
De la cocina llegaba la voz de su mamá. Llamaba a su padre por nombre y apellido. Octavio no pudo evitar reírse de nuevo por lo despistado que andaba su papá últimamente. Parecía Tito. Ayer se había olvidado de volver a casa y hoy se olvidó cuál era el baño.
FIN
A continuación hay fragmentos de alternativas que pudieron pasar en la historia. ¡Te invitó a ir al comienzo para probarlas!
Abrió los ojos.
Alcanzó a ver la cola negra que huía a toda velocidad por la puerta. Se había desacostumbrado a sentirlo en la cama. Hacía días que no lo veía. Su papá solía decir que cuando el gato desaparecía era porque se iba de parranda por el barrio.
Octavio saltó de la cama y se fue a buscarlo.
Esperó en el pasillo. Escuchó cómo la misma voz, ahora con más seriedad, llamaba a su padre por nombre y apellido. Sin embargo, parecía estar hablando de Tito. No paraba de decir que no podía ir de casa en casa por el barrio y volver a cualquier hora todo arañado. Al llegar a su pieza, Octavio no pudo evitar reírse de nuevo por lo despistado que andaba su papá últimamente. Ayer se había olvidado de volver a casa y hoy se olvidó cuál era el baño.
FIN